martes, 5 de febrero de 2019

recortando

Genial taller impartido por Noemí Calvo ayer y hoy en nuestro IES. Gracias al ayuntamiento de Alcorisa por incluirlo en la programación de la Semana Cultural y a "Seyal rotulación" por el patrocinio de gran parte del material. Nuestros chicos y chicas han sacado a los artistas que llevan dentro...

martes, 30 de junio de 2015

Deberes de Verano

no hace mucho que un profe italiano nos sorprendió con unos deberes de Verano muy estimulantes. Yo he querido hacer mi propia versión adaptada a mi materia...


viernes, 13 de junio de 2014

10 consejos para profesores que se quieran tomar en serio la plástica

Esta semana voy a cumplir mi décimo curso como profesor de plástica en la educación pública (14 en la educación en general). Para celebrar tal efeméride me he permitido el lujo de redactar diez consejos para profesores que quieran tomarse la asignatura de plástica en serio.
Podéis descargarlos aquí


10 consejos para profesores que se quieren tomar en serio la plastica - CC by-nd - Joaquin Macipe Costa

lunes, 5 de noviembre de 2012

El (triste) panorama de la educación actual


El (triste) panorama de la educación actual


Últimamente se habla mucho de Educación. Se debate el tema en medios de comunicación, opinan contertulios de todo pelaje y el debate se traslada  la población en general. Se repiten constantemente una serie de conceptos, que vertebran multitud de discursos, aparentemente coherentes y sensatos. Términos como excelencia, respeto, esfuerzo, competencia, competitividad, evaluación externa... se repiten hasta la saciedad, dando por hecho que todos los males de nuestro sistema educativo se solucionarán en el momento que seamos capaces de meter en vereda a unos padres que no fomentan el respeto, a unos alumnos que no se esfuerzan y a unos profesores que se relajan en la búsqueda de la excelencia.

Pero la terca realidad educativa es mucho más compleja que todo eso, no entiende de discursos bienintencionados ni de cambios de legislaciones.  Nuestro sistema educativo, forjado en el siglo XIX, está pidiendo a gritos un cambio de paradigma. Se ha llegado a un punto en el que ya no sirven reformas educativas, que lo mueven todo, para que no cambie nada. Es el momento de reflexionar seriamente, analizar los problemas y buscar nuevos caminos.


El principal problema reside en que nadie parece tener claro cuáles son los objetivos de nuestro sistema educativo. Esta afirmación podría parecer osada, si tenemos en cuenta la cantidad de literatura legal que existe en ese sentido. Están perfectamente definidos (por ley) los objetivos de cada curso, de cada área, de ciclo, de etapa... , pero el problema es que hay que evaluarlos y además evaluarlos objetivamente, es decir, cuantificar con un número del uno al diez el grado de adquisición de los objetivos (a menudo subjetivos, inconcretos y bastante etéreos) y lo peor es que la herramienta de evaluación más utilizada sigue siendo el examen. Igual que en las autoescuelas no se suele aprender a conducir, sino que nos preparan para aprobar el examen de conducción, en las escuelas centramos nuestros esfuerzos educativos en enseñar a nuestros alumnos a aprobar exámenes, sin darle mucha importancia al aprendizaje significativo.  Y esto no solo es culpa del profesorado. Padres e instituciones educativas demandan un certificado tangible de la marcha del alumnado, exigen a los profesores pruebas irrefutables de lo ajustado de sus calificaciones. frente a un examen suspenso no hay reclamación posible, con lo cual el profesorado tiene las espaldas cubiertas ante la constante puesta en duda de su profesionalidad.

Con esto no quiero decir que tengamos que eliminar los exámenes (aunque podríamos prescindir de ellos, estoy seguro), pero lo cierto es que son una herramienta muy limitada. Normalmente los exámenes se basan en conceptos teóricos, o con suerte en la aplicación práctica (por escrito) de contenidos memorizados. Un examen de cinco, garantiza que el día del examen (ni un día antes, ni uno después) el alumno sabía la mitad de lo que se le ha preguntado. Así de simple y así de triste... y nos quedamos tan tranquilos.

Hay muchas capacidades, destrezas, competencias... que difícilmente se pueden evaluar objetivamente ¿Puede alguien explicarme cómo reduzco a un simple número cosas tan subjetivas como la creatividad o la capacidad de trabajar en equipo? Parece lógico que en el proceso educativo debería ser fundamental dotar a nuestros alumnos de herramientas que les ayuden a construir nuevos conocimientos, enseñarles a colaborar, a procesar información, a argumentar sus opiniones... , pero la realidad es que todo eso es muy difícil de evaluar, de cuantificar y acaban siendo esas “anotaciones al margen” que nos ayudan a redondear la nota del examen que es “lo que de verdad cuenta” (no quiero generalizar, ya que hay honrosas excepciones, pero no por honrosas dejan de ser eso: excepciones).


Otro problema grave de nuestro sistema educativo es el exceso de contenidos. Los profesores viven agobiados por “acabar el temario” y eso que los temarios dejan mucho que desear. No se ha producido una actualización seria de los contenidos que se deben impartir. La sociedad evoluciona, pero de nuestros libros de texto solo cambian las fotos y como mucho se añade al final del texto algún tema que haga referencia a las nuevas tecnologías. En un momento en el que, gracias a internet , el acceso a la información es prácticamente ilimitado, quizá habría que replantear si tiene sentido hacer memorizar a nuestros alumnos muchos de los datos que nos empeñamos en incluir como fundamentales en nuestras programaciones. Quizá sea anecdótico, pero una vez llegó a mis manos un examen teórico de plástica (?). Me llamó la atención una pregunta (valorada con 1,5 puntos), venía a pedir a los alumnos que realizasen una clasificación de los tipos de papel. Pues bien, soy licenciado en Bellas Artes y constantemente trabajo con todo tipo de papel, sé perfectamente que tipo de celulosa es el adecuado para cada proyecto que inicio... pero estoy seguro de que no sería capaz de contestar correctamente a esa pregunta. En otra ocasión vi un examen de ciencias naturales en el que los alumnos tenía que enumerar y describir los tipos de nubes... seguro que Los mejores alumnos habían memorizado una florida descripción teórica de cirros, cúmulos y estratos... pero dudo mucho que fuesen capaces de diferenciarlos al verlos en el cielo. Todos conocemos la famosa sentencia que viene a decir "Dale un pez a un hombre y comerá un día; enséñale a pescar y comerá siempre”... pero en nuestras escuelas repartimos peces a diestro y siniestro, peces grandes, pequeños, de colores, frescos y hasta en mal estado... , pero pocas veces facilitamos el acceso a las cañas de pescar, con lo cual muchos de nuestros chicos acaban por aborrecer “el pescado”.
Cualquier innovación pedagógica que pase por trabajar de manera práctica, colaborativa, motivadora... se da de bruces con lo acuciante del calendario y la imposibilidad de “cumplir” con el temario si no nos ceñimos a las metodologías tradicionales (además despierta mucho recelo entre los padres, como todo lo que suena a “experimento”). Nuestros alumnos viven en un constante “menu degustación”, en el que ven pasar ante sus ojos contenidos y más contenidos, pero en el que nunca llegan a profundizar lo suficiente como para que un ámbito les resulte motivador.
Otro de los males de nuestro sistema (que enraiza en la imprecisión de los objetivos y en el exceso de contenidos) es la obsesión por el “siguiente nivel”.  Como si de un videojuego se tratara, nuestros alumnos van superando niveles sin otro afán que evitar la temible repetición (es triste, pero en muchas ocasiones, ese miedo es lo único que espolea a los chavales). Cada etapa debería tener sentido en si misma, con unos objetivos ligados al desarollo evolutivo de los niños, pero la realidad es que gran parte de los esfuerzos de profesores y alumnos se destinan a “estar preparados” para el siguiente nivel. Los profesores tememos que el compañero del siguiente curso nos afee la conducta si nuestros alumnos no llegan preparados. El objetivo de primaria (sobre todo los últimos cursos) es evitar “el batacazo” que suelen darse al llegar el instituto, en secundaria hay que preparar para el bachillerato (la relajación en las exigencias a los alumnos que expresan su deseo de cursar ciclos de FP es manifiesta). Y lo peor de todo, en bachillerato, esos dos cursos  con alumnos casi adultos, nos centramos en conseguir que se apruebe la selectividad. ¿A nadie le parece atroz que tanto esfuerzo, tantos recursos, tengan un fin tan mediocre?.
Y lo peor es que ese objetivo que tanta energía consume, parece no estar consiguiéndose.  En cualquier tertulia entre profesores podemos oír a los de bachillerato quejándose amargamente de lo mal preparados que llegan los alumnos de secundaria, los de secundaría se preguntan cómo es posible que lleguen tan mal desde primaria... y los docentes universitarios no comprenden que determinados alumnos hayan llegado hasta la universidad. (no he pulsado la opinión sobre la universidad que tienen los empresarios, pero me temo lo peor).
La raíz del problema sigue siendo la misma. Los exámenes no garantizan un aprendizaje significativo, con lo que podemos estar aprobando alumnos que en el fondo están deseando que pase el examen para olvidar rápidamente todo lo memorizado. Muchas veces (con cierta mala intención, lo reconozco) hago a mis compañeros la siguiente pregunta: “¿Cuántos de los alumnos que han aprobado hoy tal examen, lo superarían si se lo repitieras sin avisar dentro de un mes?” La respuesta, invariable, es fácilmente imaginable.
La inmensa mayoría del profesorado es consciente de los estragos que hacen las vacaciones de verano y de la facilidad con la que nuestros alumnos olvidan lo aprendido. Uno de los argumentos que se suelen utilizar es que “siempre queda un poso de conocimientos”. ¿Realmente merece la pena todo el esfuerzo que les exigimos a nuestros chicos, para que quede “un poso”? ¿no hay otros sistemas que garanticen un aprendizaje mas significativo?
Claro que los hay. Existen formas de trabajar que se han experimentado con éxito. Esta demostrado que se aprende haciendo, desde la práctica, el trabajo de campo, la investigación, los proyectos colaborativos... pero (de nuevo) el exceso de contenidos hace inviable cualquier metodología que se aleje de lo tradicional. Pretendemos que nuestros alumnos aprendan tanto, que al final no aprenden casi nada.
Siguiendo con la enumeración de los males de los sistemas educativos, no podemos olvidar la creciente idea de que unas asignaturas son más importantes que otras: la jerarquización. Y lo más preocupante es que se generaliza la opinión de que lengua, matemáticas e Inglés son las asignaturas importantes y el resto parecen estar de relleno. Esta afirmación rara vez se rebate. Los padres respiran aliviados si sus hijos aprueban “las importantes” y le quitan importancia al resto, el propio profesorado asume implícitamente ese planteamiento y los mensajes que llegan desde la administración redundan en esa idea.
Si nos planteamos la educación como un proceso de formación integral de las personas, no podemos caer en el error de restarle importancia a cuestiones como la creatividad, la cultura musical o la educación física (un área tan ligada a la salud como la educación física debería tener una consideración prioritaria). ¿O es que estamos confundiendo dificultad con importancia? Implícitamente, padres, alumnos y profesores, tendemos a relacionar importancia con número de suspensos. Hay docentes que, para dignificar su materia, caen en el error de “poner caro el aprobado”. Como profesor de plástica, constato con preocupación la generalización de los exámenes teóricos en mi materia, en un intento de dotar de prestigio a una asignatura que desde muchos ámbitos se considera “una María”.
Para terminar este desalentador panorama, quiero señalar cual es, en el fondo, el gran problema de los sistemas educativos.  Se ha extendido la idea de que la principal razón de ser de los sistemas educativos es preparar a nuestros alumnos para el mercado laboral. Desde luego no negaré que sea una de las funciones, pero me niego a creer que sea la más importante. Todos los seres humanos tenemos una dimensión laboral, pero también somos seres sociales, familiares y disponemos de un ocio que hay que saber gestionar (más allá del consumismo irracional). Un sistema educativo que se deja por el camino todas esas dimensiones nos lleva a una sociedad empobrecida.
Miremos a nuestro alrededor. Esa gente capaz de tocar un instrumento musical, de cantar en una rondalla, esos que en su tiempo de ocio pintan, hacen cerámica o bricolaje, los que participan en grupos de teatro o en tertulias literarias... ,esa gente transmite una sensación de plenitud y realización que va más allá de su trabajo o su poder adquisitivo. Y es que no podemos dejar que los dictados económicos gobiernen también nuestros sistemas educativos, máxime cuando estamos constatando que un excelente expediente académico no está siendo garantía en absoluto para una incorporación exitosa al mercado laboral. ¿Debe ser la escuela una herramienta de selección laboral? Yo creo que no, pero no deja de ser una opinión, además bastante alejada de los caminos futuros de la educación en España. Para constatarlo, no hay más que leer el anteproyecto de lo que se supone que será nuestro próximo marco legal. En el primer párrafo aparece la siguiente frase:
“Mejorar el nivel de los ciudadanos en el ámbito educativo supone abrirles las puertas a puestos de trabajo de alta cualificación, lo que representa una apuesta por el crecimiento económico y por conseguir ventajas competitivas en el mercado global.” .
Toda una declaración de principios.
Lo expuesto en este artículo no son ocurrencias mías. Desde los ámbitos más diversos se están lanzando mensajes en este sentido. Los expertos en Educación (esos a los que los legisladores jamás escuchan) están trabajando en líneas similares. Gran parte del profesorado es sensible a estos planteamientos. Hay experiencias pedagógicas innovadoras que están teniendo mucho éxito, los países mejor considerados en educación trabajan sobre estos planteamientos.Y aunque la educación sea una maquinaría difícil de mover, sin duda, tarde o temprano, la realidad educativa tendrá que imponerse a la terquedad legislativa.
Vamos camino de la séptima reforma del sistema educativo de la democracia española... Y una vez más no se ha tenido en cuenta al profesorado, a los expertos en educación, a padres y alumnos. Por enésima vez asistiremos a un cambio de términos, a la supresión de algunas asignaturas y la inclusión de otras con distinto nombre y similares contenidos, pero de momento nadie se atreve a plantear un cambio real de paradigma.
Esta ley nace con fecha de caducidad, no parte de un análisis serio de los cambios en la sociedad y con una oposición frontal de gran parte de la comunidad educativa.
Sin duda, tarde o temprano alguien escuchará a las voces acreditadas que claman por un cambio de modelo.



enlaces de interés:


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lunes, 14 de mayo de 2012

HOMENAJE A LA MUJER

AL pasado 29 de Abril en Ariño, se inauguró la escultura homenaje a la mujer, donada por Joaquín Macipe, al pueblo de Ariño.
La escultura, ubicada en la palza de la Constitución (conocida, como plaza de la carcel), ocupa un espacio  que en su momento, ocupó una fuente (retirada por problemas de humedades). Es por tanto un recuerdo a esas mujeres, que se encargaban de llevar el agua a casa y por extensión un homenaje a todas las mujeres, que, sobre todo en el medio rural, cohesionan la sociedad, desde la generosidad y el sacrificio.
Acompaña la escultura un poema de Salva Peguero, que describe el sentido de la pieza.